El Peligro sin Miedo no Existe. Vive con Amor y Sé Feliz
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Para entender y poder estar por encima del peligro tenemos que comprender tres cosas:
La primera, no tener miedo. La segunda, ser prudente. Y la tercera, no permitir que el miedo al peligro te detenga, te domine, te obligue, te manipule, te separe de Dios, de ti mismo y de los demás.
Los peligros casi siempre son infundados. Solemos ver peligros a diario, allí donde no existen. Esos peligros imaginarios son debido principalmente a nuestra ignorancia, al hecho de que no sabemos quienes somos realmente y cual es nuestro potencial divino. Pocos peligros encontraríamos en la vida/el mundo si viviéramos como seres creados a imagen y semejanza de Dios.
La ignorancia a su vez nos conduce al miedo y el miedo es precisamente lo contrario al amor, o sea, lo contrario a nuestra esencia, lo contrario a nuestra naturaleza verdadera. Sabemos que el miedo “no existe” porque la creación de Dios es Amor y el miedo no puede existir en el amor.
El Niño no conoce el Peligro porque el Niño vive con Amor
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El niño inocente no tiene miedo, el niño confía, el niño ama. Los adultos inculcan el miedo en los niños, en un intento de protegerlos de un mundo que creen cruel, de un mundo peligroso. Ese miedo no protegerá al niño, en cambio, será su infelicidad y destrucción final.
Al mismo tiempo “entendemos” el proceder de los padres y educadores cuando educan con miedo y no con amor, ya que ellos han sido educados con miedo y están llenos de miedos, por lo tanto solo pueden “educar” de la única forma que saben: con miedo.
También hacer hincapié que el mundo que nuestros padres creen agresivo está compuesto por ellos mismos, el mundo no es algo aparte de lo que nos podamos salir, el mundo somos tu y yo, el mundo somos todos. Cuando pensamos que el mundo es peligroso, realmente estamos diciendo a nuestros hijos que nosotros somos peligrosos. Una frase que me hace mucha gracia es la siguiente: “Como se habrán enterado los padres de todo lo que le intentan advertir a sus hijos”.
No solo debemos educar a nuestros hijos con amor, sino también a nuestros padres y abuelos.
Damián Alvarez