El "Gran Ricardo Corazón de León" |
Los Héroes de las Cruzadas demostraron tempranamente de que calaña estaban hechos, mucho antes de llegar a Tierra Santa.
Criminales de todo tipo, violadores, ladrones, asesinos de sangre fría, que no conocían las palabras “perdón”, “humildad” o “misericordia”. Deseosos de honor y gloria, llenos de egoismo, prepotencia y orgullo.
En camino hacia Palestina asesinaron de forma despiadada a todo ser humano que se les cruzaba al paso, así fueran Musulmanes, Moros, Arabes, Turcos o Judios que huían de Europa. Inclusive niños, ancianos y mujeres.
Violación, torturas degenerantes, robos y saqueos a los cadáveres... sólo un pequeño precalentamiento del Ejercito Cristiano antes de la guerra real. Un Aliciente para los soldados.
Año 1.099 la primera Cruzada conquista Jerusalen. Jerusalen era de nuevo cristiana. Ochenta y ocho años después cae Jerusalen en “manos” Turcas.
Seis Cruzadas más, intentan, de una forma cómica, reconquistar las ruinas de una Jerusalen ya destruida por las batallas y de la que no quedaba nada del Jerusalen Glorioso de otros tiempos.
Las Cruzadas fueron un Fiasco, quizás el mayor Fiasco que la Humanidad había experimentado hasta entonces. Un Fiasco que duró 200 años. 200 años de antisemitismo.
Tres, cuatro generaciones lucharon y murieron por la “Sagrada Cruzada”, mientras que la Iglesia Católica llenaba sus arcas con oro, títulos nobiliarios, tierras y monjas.
Pero una Iglesia sedienta de poder no se satisface tan fácilmente: “Tenemos que reconquistar Jerusalen”.
Las Reservas de oro de los Estados Europeos se encontraban vacías. El Papa Gregorius VIII no se conforma.
Subida de impuestos, multas, caballos, negocios con la Iglesia, donde se podía vender lo que fuera y a quien fuera crearon la tercera Cruzada.
Inglaterra, Francia e Italia se asemejaban más a grandes rastrillos que a paises. Títulos nobiliarios, terrenos, fincas, casas, palacios, castillos y todo lo que valía un escudo estaba en venta... sólo un comprador: la Iglesia Católica.
La Ponderosa y Rica Iglesia Católica y los pobres niños huerfanos y viudas de las Cruzadas que vivian en miseria eran la “cara” de la Inglaterra de aquél entonces.
El Héroe de las Cruzadas, el “Gran Ricardo Corazón de León” y Arqueobispos como Baldwin de Canterbury, junto con otros elevados miembros de la Iglesia embarcan con una fuerza de 110.000 soldados, caballería y cientos de máquinas de guerra en más de 200 buques, para que, junto a las fuerzas francesas, conquistar de una vez por todas la perdida Jerusalen.
Los Mandos del Ejercito Cristiano pensaron que sus únicos enemigos eran las fuerzas del ejercito Turco...
... que equivocados estaban...
La tercera Cruzada conquista ciudades como Acres, Ascalon, Darun, Jaffa, Belén, Nasaret... pero nunca Jerusalen.
Como se nombró anteriormente, no era el ejército Turco el gran enemigo que Ricardo tenía que vencer: la falta de agua, las abrazadoras olas de calor, enfermedades como la Malária, desiertos, montañas, hambrunas, etc. Convertían la Tierra Santa en un Infierno.
El ejercito Cristiano subcistía, alimentándose de perros y caballos muertos en batalla.
Por otro lado, Ricardo Corazón de León no eran tan valiente, honroso y misericordioso como se nos muestra en libros y películas. Corazón de León ejecutaba a sus prisioneros de Guerra de forma industrial: 2.000 seres humanos perdían la cabeza en cada ejecución, y 10.000 litros de sangre regaban, cada vez, el desierto palestino. Para Gloria de las Cruzadas y la Iglesia Católica.
De los primeros 110.000 soldados que partieron de Europa junto a Ricardo, en esta tercera Cruzada, apenas regresaron 50 de ellos en un solo buque.
Las Cruzadas siguieron durante 200 años, y cuando (aún ricos), los Caballeros Templarios, que habían obtenido algunos/nas (relativos/vas) triunfos/victorias en las Cruzadas y regresaron a Europa, la misma Iglesia por la que habían luchado tan tenazmente los acusa de brujería. La acusación de la Iglesia citaba: “¿Cómo, los Caballeros Templarios, pudieron obtener victorias si no fué con ayuda del Diablo?
Los Caballeros templarios fueron perseguídos y ejecutados en grupos de a 100. La Iglesia, claro está, confiscaba sus bienes.
Los nobles que lucharon desinteresadamente por la cristiandad y deseaban sus títulos de vuelta, debían comprarselos con oro al Vaticano.
Como dijo la Iglesia Católica: “No ganamos las Cruzadas, (la Iglesia fué la única que ganó) pero ganamos muchos mártires en el cielo”...